miércoles, 29 de abril de 2009
sábado, 11 de abril de 2009
Poesías de Ginés Liébana
POESÍAS
A la tristeza le he dado un mínimo espacio / y, aunque sucedan cosas que confunden,/ la dejo entrar en mi estacada. Retengo su agrazón / porque estaba en los instantes en que te conocí. / No sé si venía de dentro --llegó sola--, / o si era sólo rumor.
(No puedes condenar lo que, sin ser llamado,/ entra al lado de la dicha. Una vez expulsados, / en el paraíso no se construye nada. )
En mi destierro --enclave de favorable don-- / he levantado cuatro muros para protegerla. / Ahí sigo, reparando el impulso de un nuevo / sentimiento con el soplo que tiene el enigma perdido.
Súplica
Señora Memoria: / convenza usted a la melancolía de que deje / de elegirme a mí para llenarme el corazón / de relatos que me suenan a fuego y / con los que acabo discutiendo.
Señora doña Memoria: / no me prohíba entrar en su emparrado.../ Entrégueme la vara y los racimos como / la muchacha que le abre la puerta al guerrero / y le da lo que el mar le regala.
Invóqueme con el ángel del vino, / guardián de la zona que abandonó / el crepúsculo sin cobertura.
Errante
No vengo a recibir reproches. / La caja del inconveniente tiene mala cerradura / y la mentira lo aprovecha para guardar sus trajes.
Mi corazón camina entre alambradas / con más tiros que la bandera de Nápoles.
Mis gritos atraviesan las nubes. / ¡Tú tienes la culpa por mirar como miras! / Hasta insultándome resultas. / Tu cerrazón me complace. Las cosas que tienen buen rostro, cuestan poco. / No des más quebranto a tu desdén / ni pases la radiosa rueda / sobre mi arañado corazón.
Dificultad
Confabulado con lo enardecido, / el infinito la cierra el territorio a mi llegada/ y el sol lleva una rosa de fuego en la maleta. / La desazón que tan ansiosamente padece este conflicto / me empuja a la búsqueda de un corazón sediento. / Duermo vestido para cumplir con el manual de la cortesía / porque los sueños tienen un padre simulado / que en los días sin luz no se deja ver.
LA TIENDA DE LAS AMBIGÜEDADES
Caneforias de un tablao
Acto Primero
Granada. Estamos en el interior del Albergue de las Falsas Llagas. Lugar de los interludios y de las alegrías inventadas.
Matachines, patacones, manteses y otras gentes, al borde del baile más descompuesto, ocupan las mesas y toman lo que pueden. Una bailaora de gran empaque, romeraca ella, nombrada Tirante Atarfe, les relata un recitativo de drama.
TIRANTA- Por la forrajera del monte baja la mala de Granada: / Adelaida del Triste Cristo, tan atónita que arrastra su paso. / La cosa tiene mal color ( ha molestado mucho la noticia). / Igual que una descoronada, en las familias de antaño, / ataviada de martirio como una perdularia. / Tan abrochada va, que no pudieron desnudarla. / Sin cumplidos la levantan a cuestas -tu tacto abrasa-. / Sin soltar negativas, se arranca a maldecir y relata su endecha: / "Hipostusidro, cortador de carne en tabla, ¡matacandiles! / ¡Que te crezca la quijada! ¡Que te aumente la cogolla, / y se te caiga el colgoné! / ¡Que te suban los colores vesperales, las galochas marsupiales, las desganas pomporés! / ¡Que sigas tan vergonzante, que pregonen tus vergüenzas! / ¡Que las personas flamencas no te compren más diamantes! / Hombre en venta, noble nunca, porque llevas en tu cara / el fario de la "spelunca".
Los oles y aplausos que corean la interpretación de Tirante son aprovechados para pasar sacos de contrabando, por la puerta del fondo. Tiranta acude a ayudarlos. Entra Don Román Ampliado y se acerca a la mesa, donde está sentado Brocardo Alhambra entre sus amigos Celsino y Crotalón.
ROMÁN -Aunque me vean es este alimañero, soy caballero de Campaspero. Allí tengo bufete.
CROTALON - Adulto es el Señor para hacer lo que quiera.
ROMÁN -Se preguntarán por qué estoy aquí.
CELSINO -Cuéntenos su demonio si lo desea.
ROMÁN -Vengo buscando a una arrogante Eva de Crédito, de hablar muy golpeado y muy bien despachada de todo.
A Celsino le sabe aquello a finura inadecuada, lo que le hace contestar con cierto remilgo.
CELSINO -Aquí existe una Ruzafa, a la que acuden las cortas de pescuezo, atraídas por el aroma de frenillo y ámbar, servido en cristal de vaca. (Risas)
CROTALO -Toda manceba tiene su locutorio. Toda traca se agota. Fuego de chamarasca sufre todo aquél que en el amor se atasca.
Los que componen el tabladillo, empiezan un número donde se describe una juerga flamenca.
Crótalos de canto y coro se escuchan en la trastienda./ La irritación de un mitraico provoca una reprimenda. / Las desgracias de un abúlico son llanto de pecho pavo. / Braceo y paseo de seda adornan el zambapalo, / donde bailen dos moriscas, tango de pelo rizado. / Cantan caritas de loto, cantan canas por encargo, / cantan cuitas, cantan lutos, se oye el polo de Tobalo. / Vienen los concurrentes, con la penita puesta, a plañir zarandajas. / -Ritmos golpean, con tacones y pasos, la zapatiesta-./ En el Salterio se queja la falseta y se agrietra la caja de la espineta. / Se lucen debutantes, desgarran telas en la nada lujosa de las teselas.
Vuelven los aplausos que se interrumpen bruscamente por la aparición de una joven guardia con el arma levantada.
SOLDADO - ¡Alto! ¡Todos quietos! ¿Dónde están los que bajan del monte la contrabandía?
Radiante, y con gestos preparados para una gran actuación, la Atarfe se acerca al guardia, le teca el mentón con delicadeza al tiempo que le va desviando hacia el suelo el cañón del rifle.
TIRANTA - ¡Qué carita de almuerzo tiene este joven! ¡Aparta el tubo, muchacho! ¿Qué provocante puerta de deseo! ¡Qué blancura en el viso, bordeando asustados ojos de lumbra oscura! ...¡ Cálmese joven, que no le voy hacer nada! ¡Aparta el tubo, hombre! Dirigiéndose al mostrador. ¡Niño, tráele una copita a esta imagen de culto fino. La merece.!
TABERNERO -No distraigas a la tropa, Tirante.
TIRANTA -¡Calla tú! (Se va acercando más al soldado que enrojece) Por la rendija de su uniforme se te escapa la llama que tratas de disimular.