Los enemigos del vino
son la elocuencia y el
sentido común.
se pasan, el recorrido
de la sensación
te priva de la inteligencia
y la tristeza con chaleco
se viene al
callejón de las hojas profanas
a borrar las estampaciones del ninfeo.
Las muecas del desvalimiento
y el ardoroso extremo
enturbian la uva.
En la floración del borracho
se cita con la depresión de los frisos
y se sienta culpable bajo el baldaquino de Baco.
La zona donde se vendimia se llena de recreo.
Una ardorosa camareta entona una balada polisémica
en el triclinio que firma es testamento de la espuela.
En la línea de tus labios conocí lo que era
tener a la mujer que rompe por bellísima,
la niña nueva, pastilla de jabón de nube, fina entre plumas,
ingrediente sabroso, trocito de placer con paso de baile.
a que le des vino a mi sed, y me demuestres lo que dices
y lo que vas a hacer con lo que sientes.
¡Tanta curva refrena!
cansa divagar dándole jocoso canto a lo vencido.
Ebrios élitros en techo de hojas
enredados en una bocanada de perfume
perduran en el ángulo en que nos estrechamos.
Con el viento helado y la escasez
el parlamento se redujo.
Cuéntame lo que te está pasando.
Arriésgate a decírmelo.
La palabra crece, resbala y se enlaza
a la fecunda que desata el exceso.
El lecho del otoño lleva noches vacío.
No es vino lo que busco en tus ojos.
Pámpanos de espaldera en dos tonos
piden a gritos que le tiñan los brumosos días
con el sabor de lo trajeado.
Me quema mirarte.
Ni una sola vez, abandono besar
el bien ácido que arrulla la contrariedad.
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con entreabiertas luces se arraciman contigo.
Concédeme lo que atesoran las estancias
donde habita el delicioso amor,
hecho raíz que la traición perdona.