martes, 14 de octubre de 2008

Notas Cortas:GINES LIÉBANA

Con muchísimo gusto hago la presentación del conferenciante de hoy, el Excmo. Sr. D. Ginés Liébana, aunque ello resulte innecesario, no porque sea un impresentable, sino porque su polifacética obra está a la vista de todo el mundo en museos o en librerías.

Nace nuestro personaje en Torredonjimeno, provincia de Jaén. Es pues tosiriano de cuna, pero de cama cordobesa. Bueno, yo diría que de cama cordobesa, parisina, brasileira, madrileña, veneciana.... pues Ginés, que aconseja a los jóvenes artistas que viajen mucho, que vean cosas nuevas, que indaguen, ha predicado siempre con su ejemplo.

Yo tuve la suerte de conocerlo a través de sus obras, hace más de 45 años, en la finca cordobesa “La Reina”, propiedad de un marqués del que decían que era tan rico que tenía como aperaor a un conde. Era ya Ginés entonces un artista consagrado. Desde muy joven se había introducido en el mundillo artístico cordobés participando en una serie de aventuras que van desde diseñar el decorado de la representación escénica de “Cántico Espiritual”, o ilustrar libros y revistas, como “El Español”, a fundar, en los años 40, con sus amigos Ricardo Molina, Juan Bernier y Pablo García Baena, la revista poética “Cántico”. Es insólito, en aquel ambiente nada propicio, el nacimiento de esta mítica revista de poesía pura, en la que el amor, frecuentemente un amor prohibido, es el tema fundamental. Puede considerarse casi milagroso que aquellas reuniones alrededor de una botella de vino, un simposio, como dirían los griegos, en las que jóvenes amigos leían sus poemas y oían música, fructificasen en tan magnífica realidad. Como cincuenta años después diría García Baena, “Cántico fue algo más que un grupo organizador de una revista poética en una retraída provincia: fue un himno a la dicha de vivir”

Es precisamente esa dicha de vivir la, para mí, característica más importante de Ginés. Él mismo se presenta diciendo: “Mi nombre es Ginés Liébana, de profesión activo”. Su vocación es universal. Pinta, dibuja, escribe poemas y obras de teatro. Es un vitalista, un entusiasta de todo. No deja de ser significativo que entusiasmo es el nombre que utilizó Platón refiriéndose al trance creativo: ese momento en que algun ser divino –un dios o una musa- se adueña del artista y le dicta al oído su obra. Como se dijo en el acto en que se le entregó la Medalla de Oro de Bellas Artes, Ginés “es un ejemplo de sensibilidad y de un modo hedonista de sentir la existencia. Además de a su obra, ésta es una Medalla al mérito de saber llevar la levedad de la vida en cantico.”

Aunque para mí lo importante es la persona, voy a dar unas pinceladas sobre su mundo creativo. Como pintor, su obra ha sido dividida por sus críticos en tres grandes apartados: los dibujos de ángeles, expresivos, diferentes, sensuales, titulados por el autor de forma divertidísima; los retratos, realistas, pero incorporando con frecuencia imágenes simbólicas y surrealistas; y sus cuadros fantásticos, que a muchos recuerdan a El Bosco, reflejando su particular mundo onírico. Además, numerosísimos dibujos, carteles, ilustraciones, folletos, ejecutados siempre con la facilidad, que seguramente apreciaremos hoy, propia de su maestría, y que son una especie de poemas plásticos.

Como poeta, es un verdadero torrente. Sus versos, en un lenguaje culto y popular a la vez, dicen muchas cosas y sugieren muchas más. En “Eñe”, una revista de poesía, se le ha incluído en un grupo, denominado “intrusos” en los que figuran los versos de artistas no literarios. No comparto este calificativo pues para Ginés la literatura y la pintura no son más que manifestaciones distintas del Arte con mayúscula, que no se divide en coordenadas plásticas o literarias, por lo que no se siente intruso en ninguna de sus manifestaciones.

Párrafo aparte merece su teatro. Por circunstancias que no hacen al caso hace unos meses pasé un par de días en su estudio sin abandonarlo más que para comer en un restaurante cercano. Las horas se me pasaron velocísimas. En el estudio, en el que entraban y salían una serie de personajes interesantísimos, Ginés nos leía la pieza de teatro en la que estaba trabajando. Los visitantes asumíamos los distintos papeles de la obra, participando activamente en su lectura. Y mientras, sin dejar de escuchar y meter baza en las múltiples conversaciones cruzadas, una gran pintora que puntualmente compartía el estudio, iba dando forma al retrato que había comenzado horas antes. Yo, acostumbrado a moverme en ambientes más prosaicos, estaba realmente deslumbrado. El teatro de Ginés, como su pintura, como su poesía, como su propia vida, es una mezcla de realismo y surrealismo, con grandes dosis del verdadero humorismo que es el que nos hace pensar y, a veces, hasta reír.

Termino, pues sé que os estoy robando demasiados minutos. Y quiero hacerlo con unos versos de “La equis mística”, su ultimo libro, que creo le vienen como anillo al dedo tanto a Ginés, nuestro invitado de hoy, como a sus ángeles.



COLIBRÍ DE ESPADAÑA

No sé nada del hombre que hay dentro del ángel
ni de lo que inspiran sus modales.
Saborear su hálito es otra cosa que respirarlo.
Su rostro amontona rasgos de perfilera inspiración.

¿Qué hay que poner en su maleta que no sea ropa?
¿Qué hacer con lo que sale de su vuelo?

Su gracia es semejante a un imprudente juego que obliga
a ondular la improcedencia de los protectores de la sabiduría.

Toda divagación del ángel se activa en el desequilibrio.
Supone coser los ojos al lagarto para que no se distraiga.

El hedonismo más carnal se aproxima al espíritu.


Sevilla, Antares, Aviva’21.- 23 marzo 2006.-