miércoles, 22 de octubre de 2008

El escritor


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(Torredonjimeno, Jaén)

Pintor del Grupo "Cántico" (Córdoba, 1940), baluarte poético al margen del arte oficial y del compromiso. En 1950, se instala en París, apostando por la belleza, imaginándola paralelamente a la realidad. Por el olvido impuesto a la pintura de caballete, vive silenciado, pero su vocación de activo indomable no cesa de buscar contactos con gentes diversas, culturas de cambio; viajando, utilizando la mirada y poniendo su obra y su sentido del humor después de su vida. El aislamiento voluntario le sirve de refugio para desmitificar la literatura. Suministrando energía y lenguajes positivos, busca lo que no se nombra, lo que la costumbre ha olvidado, en un punto de conexión con el lenguaje popular. Este carácter insumiso le convierte en una manera de vivir que está por encima del quehacer artístico, viviendo la fragmentación de todo y los mundos superpuestos presentes en sus cuadros y en sus textos. No tiene miedo a mezclarse con las emociones, huye sin prejuicios del malestar y del catastrofismo creado por los intelectuales vividores del desastre.

El lenguaje se convierte, para Ginés Liébana en el lenguaje literario de la pintura. Vinculado a Córdoba en el pensar, pintar y hablar en imágenes, bajo la mirada irónica de "Cántico", grupo de poesía al que pertenece.

En 1950, dicho queda, marcha a París como "exiliado alegre". Allí, sigue soportando las dos dictaduras: la política y la abstracción. Las dos dentro de la más pura ortodoxia. Lo que hace imposible que se disfracen de falsos ecologistas. Lo que se deduce que, cuando se trabaja en sustancia muerta, la metamorfosis es irrealizable. Se disuelve en el compromiso no permanente, al comprobar que, el contraste de pareceres, es posible, sin llegar al enfrentamiento. En 1968, vuelve a Madrid. Su casa de Clara del Rey se convierte en el refugio de la alegría (Es mal visto el sentido del humor). Lentamente, se ha ido liberando de los hermanos de la sombra, de los intelectuales, de la zona norte y de la meditación jerónima. Exposiciones: París, Río de Janeiro, Córdoba, Sevilla, Cáceres, etc. Gracias a la secreta complicidad franciscana de Jesús Moya publica "El navegante que se quedó en Toledo" y "Bye Bye lágrimas". Con "Arts-Media", publica "El mueble obrero", y con la Diputación de Córdoba: "Penumbrales de la Romeraca". Otras obras suyas son: "Bolso de piel de padre", "Brutilda la Bellacona" (Tragedia cateta escrita en lenguaje autonómico), "Bestiamante", etc.


Lo que hasta aquí, y hacia adelante, se transparenta como escrito es un pensamiento entretejido por: Almudena Blasco, Alfreco Castellón, Pedro Cobos, Francisco Gallach, Paola Dominguín, Pablo García Baena, Silvia Marsó, Martirio, Fernando Mignoni, Ricardo Morales, Lucía Bosé, Francisco Nieva, Vicente Núñez, Manolo Portillo, Rosa Perales, José L. Rodríguez de la Flor, José Luis Rey, Raquel Toledo, Francisco Umbral, Juan Carlos Varela, Mateo Vila, Carlos Villarubia y Luis Antonio de Villena.


O seasé:


"Ginés Liébana es una manera de vivir. Un lugar abierto a la vinculación. Sabe lo que significa crecer en común. Descubrió, hace mucho, que no existen las jerarquías, por eso rescata del anónimo el nombre. Es el último manierista. Está en el arte y no le ven. No tiene biografía. Padece el silencio de los manchegos. Llegó a la Isla Amistosa sin llegar a ser náufrago. Por saber patinar sobre la superficie sin caer en el agujero negro, no necesitó desfilar en la Pasarela Cibeles. Agradece a Torre-donjimeno y comparte en Córdoba la alegría de la creación en la plaza del Conde de Priego, en San Cayetano y en las tabernas del Potro con las Romeracas y Ricardo Molina. Es amigo del cervatillo de Medina Azahara. Su lenguaje nace de lo que está detrás de la palabra. Descubre en la literatura un más allá del límite. Pinta a Paco Nieva huyendo de la matanza de Sardanapalo dentro de un escarpín... Integra al modelo en el paisaje de lo que nunca fue retratado. No vive de espaldas a su sombra. Aparenta no saber el precio del misterio. No le dan sitio pero no empuja. Es un paso sin costaleros. Es desprendido pero no desgajado. No necesita invocar el humor porque nace de él. Ni precisa sufrir para hacer arte. Encontró con el rechazo el mejor de su ginseng y abre las ventanas a la capillas privadas. No olvida Saquarema, el barrio de Estela en Lisboa ni el estudio de madame Autant-Lara, en rue Emile Menier, ni se le decolora San Barnava en el Dorsoduro, ni Portonevere en la Spezia, ni las iglesias de Padova. Pinta-escribe-dibuja y tira la ceniza. Definitivamente no le queda bien el chaqué. Aunque no disfrute de su pensión está al corriente de pago. No se le gasta el entusiasmo y cuando se despierta cada día, -sin brújula- sabe donde mirar para ilusionarse. Es el último dinosaurio".


Manierismo a la andaluza. Surrealismo puro. Cuando Ginés Liebana escribe al crítico se dirige a él con precisión notarial. En el sobre, aparece dos veces puesto el apellido del recipiendario. Cerezo y Zerezo, por si un caso. El sobre es entregado el sábado a las diez de la noche. Estampado en violeta, el sello de caucho reza: "Carta Urgente aparecida en Buzón de ordinaria". Pura literatura funcionarial. La ficción palidece ante la realidad. A Ginés Liébana todo lo que toca se le vuelve sueño, fantasía, imaginación, ala. Y lo que pinta, y no se ve, está ahí. Manierista. Sí. Una capilla robada a un cuadro a lo mejor flamenco por el que llevan en procesión a una virgen que a lo mejor es Venus, una jarra de cerveza alemana cuyo vértice ha ganado, escalera mediante, un huyente del mundo que trata de subir hasta el cielo por una rama de limones y una rama de granadas que tiende desde lo alto el Que No Puede Ser Nombrado. O un niño, principito de su casa, que nace de la cabeza de una mujer empantanada en una laguna de oro macizo. O una luna-macho que dice procacidades al oído de una beldad florida. O una jovencita ciega, que se tralada, ensueño mediante, al oscuro reino de la sabiduría griega, o un tipo que escapa al mar y descubre en un charco que tiene la cabeza de águila y el cuerpo de lamprea gallega con empanada incluída. Todo lo cual pinta Ginés Liébana (romeraco él) como Dios mejor le da a entender. Con espíritu clásico, con pincelada corta y con la clara conciencia de que sólo importa lo que nada importa. Un día, cuando le tomemos en serio, será llegado el momento de estudiar en serio su pintura.


A A. M. Campoy: "Tan esencialmente es dibujante, que puede decirse que su obra pictórica es un delicioso dibujo soportando colores, y precisamente por ello puede ser tan excelente retratista, en el que es de alabar su ahondamiento en el alma del modelo". Raúl Chávarri: "Con Ginés Liébana, pintor de variada trayectoria, tenemos un retratista de sorprendente realismo y vigorosa personalidad, quizá menos conocido de lo que sus indudables méritos le hacen acreedor".


B Catálogo exposiciones en: 10 Galería de Arte. Madrid, 1995. Ateneo. Madrid, 1996.

A.M. Campoy. Diccionario crítico del arte español contemporáneo. I.E.E. Madrid, 1973.

Raúl Chávarri. La pintura española actual. I.E.E. Madrid, 1973.